Para conseguir esta proeza, sabía que tenía que unir todos los diferentes oficios de la relojería bajo un mismo techo. Y eso fue exactamente lo que hizo. Construyó su imperio en un terreno industrial de 17 000 m2, que conectaba los talleres con la estación de tren de Le Locle para tener un suministro directo de materias primas para la producción. Esta revolucionaria Manufactura de relojes suiza ya contaba con 2000 trabajadores en las primeras décadas del siglo XX.